CÓMO SURGE EL PROYECTO
Con 30 años, como para muchos otros, el futuro era algo bastante incierto en España. Así, en octubre de 2010, tras hacer un curso del Plan FIP de soldador ese mismo verano, que como todo lo que allí se hace no sirvió para nada, tomé la decisión de mudarme a Coruña y entrar en una escuela de soldadura para irme a trabajar a Rotterdham en la construcción naval. Pero tras esta decisión, dentro estaba la rabia de haber sacrificado mucho para terminar una carrera. Ver que, como en muchos otros casos que conocía, el título era papel mojado era algo difícil de asumir. Imagino que algunos de vosotros o de vuestros hijos os habéis visto en una situación parecida. Una fuerte inversión de esfuerzo, tiempo y dinero que no obtiene recompensa.
La idea de irse ya estaba tomada, pero mientras estaba en la escuela de soldadura, yo solía salir de ruta con la moto los fines de semana. En esos años duros de la crisis salir a rodar con la moto era casi lo único que me ayudó a sobrevivir en un tiempo en el que todos los días parecían grises. Después de muchos años viviendo en Santiago (yo soy de Coruña), me di cuenta de, al igual que otra mucha gente de mi ciudad, lo poco que conocía nuestro territorio, su paisaje y su historia, y empecé a ver el potencial de la Costa Ártabra. Las playas de Ferrol y Valdoviño, los paisajes de As Fragas do Eume y As Fragas do Mandeo, las sierras costeras de Cedeira y muchos otros lugares, profundizando, al mismo tiempo, en nuestra historia y nuestra cultura, lo que me fue permitiendo apreciar nuestro pasado en común. Esto fue alimentando el deseo de crear, de darle forma a algo, todavía no sabía qué.
Para poder pagar el curso de soldador, que era bastante caro, empecé a trabajar eventualmente como fotógrafo en asuntos relacionados con el marketing y la publicidad, algo eventual que me sirvió para financiar la escuela y, al mismo tiempo, la idea naciente de crear una guía de viaje de la Costa Ártabra a la que iba dando forma en la mente en mi cabina de soldador entre electrodo y electrodo quemado, y en la que mostrar todo lo que iba descubriendo tanto en las rutas como leyendo casi todo lo que encontraba acerca de nuestra historia, que se fue alimentando, al mismo tiempo, de un enfoque específico de marketing con la idea de crear un producto de calidad que no existía en el mercado.
Probablemente irse era, en aquel momento, la decisión más fácil, pero de nuevo la rabia que me producía el hecho de abortar un proyecto en el que creía ciegamente a pesar de la falta de apoyos en todos los sentidos y de los mil obstáculos que podían hacerlo fracasar (he escuchado en más de una ocación en estos años cosas como que estás tirando tu vida a la basura y eso jamás va a funcionar), pudo más y, así, aposté definitivamente todo a una carta con Northwest Rock autofinanciando todo el proyecto hasta el día de hoy y dedicándome por completo a hacerlo una realidad. Para esto he tenido que multiplicarme constantemente ejerciendo el rol de documentador, fotógrafo, retocador digital,